En este inédito contexto de larga cuarentena, podemos releer y resignificar el cuento “La casa de Asterión”, de J.L. Borges, en el que el protagonista, el minotauro, describe su laberinto: “Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche (…) Yo, Asterión, soy un prisionero”. Y en esta casa, que, a gusto del lector, puede ser el propio corazón, la propia casa, o tal vez, el mundo entero, el solitario minotauro espera a su redentor. También podemos imaginar que otra voz literaria, la de Leopoldo Marechal, le responde al cautivo: “De todo laberinto se
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